Bratislava. Principios de los 80. Tras el intento de suicidio de uno de los jóvenes estudiantes de un centro educativo, el director convoca a los padres a una reunión. Deben decidir si firman una petición de traslado para Maria Drazdechova, una de las profesoras, presunta responsable de lo ocurrido. Brillante disección de los mecanismos de poder del régimen comunista, a cargo del checo Jan Hrebejk, un poco desconocido fuera de su país, pese a títulos como Casas acogedoras y Tenemos que ayudarnos. Esta vez rueda en coproducción con el país en que transcurre la acción, el vecino Eslovaquia, unido al suyo en el momento retratado. Se diría que recurre a la figura literaria conocida como sinécdoque, pues describe la parte (un colegio), pero en realidad está analizando la totalidad de lo que ocurría entonces, cuando los más próximos a los de arriba vivían a cuerpo de rey, a costa de solicitar ‘pequeños’ favores a los ciudadanos. Cuidado con no acceder, pues las consecuencias podían ser terribles. Ni siquiera está claro si la imposibilidad de llevar a cabo lo pedido sirve como excusa… Se apoya en un esquema narrativo que recuerda al clásico 12 hombres sin piedad, pues se van dando pistas de lo ocurrido a través de flash-backs, y se contraponen las opiniones de los que juzgan. Rememora una realidad trágica con elegancia, y se añaden numerosos golpes de humor muy sutil. El carácter coral del relato (qué bien están descritos todos los personajes secundarios) permite el lucimiento de todos los actores, sobre todo de Zuzana Mauréry, que ofrece una lección de interpretación al mostrar de forma prodigiosa la ironía mezclada con severidad que define a su personaje, la docente, viuda de un militar, a la que se juzga. La profesora gana en profundidad si cabe, cuando advierte de que el advenimiento de la democracia no supone necesariamente que se hayan terminado todos los problemas. Cuidado, porque los aprovechados, quienes antes mandaban, sólo se han cambiado de localización y de chaqueta.
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